Ahora ya empiezo a pensar en los pocos días que quedan para estar por el país. Y mis sentimientos son una dicotomía. Por una parte quiero volver a Barcelona, pero por otra, me gustaría quedarme en Vietnam, mas tiempo.
En Vietnam estoy muy bien y la gente me trata de lujo. Aquí hago lo que quiero, no tengo, ni cojo compromisos. El tiempo y como me levanto marcan mi destino diario. Tampoco tengo la presión del trabajo, ni la presión que Barcelona y todo lo que hay en ella me ejerce. Me gusta trabajar, pero no vivir para trabajar.
Por otro lado, tengo ganas de volver a Barcelona, estar en mi casa con mis cosas, ver a mi familia. Tengo ganas de ver a mis sobrinos, a los cuales hecho en falta, quiero ver a mis amigos y amigas, a San. También necesito trabajar porque sino no tengo ingresos, es el inconveniente de ser autónomo. El mes de vacaciones no me lo pagan, sino hay horas de trabajo no hay ingresos. Y para sobrevivir en Barcelona hay que generar bastantes ingresos. Todo lo contrario de Vietnam.
También me apetece volver porque aquí no para de llover y para olvidar ese ruido constante y tan típico de Vietnam, como son las bocinas de los vehículos. Los piiii, piiiii, piiii, piiiii a todas horas son peor que las vuvuzelas del mundial de Sudáfrica. Ayer, por la tarde noche cuando volvía a Hue, con la moto en hora punta, fue toda una odisea. Parecía el caos, fue una experiencia inolvidable.
No podía apartar mi mirada del frente, ni un solo instante, corría el riesgo de accidente. Cualquier vehículo, de delante, puede girarte de golpe, pararse o cruzar para el otro lado. Salen vehículos de todas partes y llevas 15 motos y algunas
bicis en paralelo. Girar la cabeza
para mirar a una chica guapa, puede ser un fatal error. Menos mal que la gente conduce muy despacio. Y a pesar del caos, no he visto ni un solo accidente, en el tiempo que llevo en Vietnam.
Otro día, mas, que me acompaña la lluvia. Según el parte meteorológico que he mirado esta mañana en Internet, no sólo va a seguir lloviendo unos cuantos días sino que encima, vienen fuertes tormentas. Así que me iré de Asia tal como llegue,
con lluvia.
Como llovía, toda la mañana, me he quedado en el Hotel pasando el tiempo. Entre recepción y mi habitación que esta en el cuarto piso a discurrido mi mañana. En recepción, gastaba mi tiempo entre el ordenador/es y charlando. Charlaba con Cam, otros clientes, hijos de la gran familia propietaria del hotel, Silvan, o cualquier otra persona que me hablase. Recurría a la habitación cuando me cansaba de hablar o porque no me apetecía hablar en ese momento con algunas personas. La habitación era mi refugio, allí veía la tv, leía mi libro o simplemente descansaba.
Cuando era la hora de comer, para la familia del hotel, y aprovechando que yo me encontraba en la recepción, sentado ante el PC, la señora me ha invitado, de nuevo, a sentarme a la mesa y comer con ellos. Durante la comida parecía que estuviera jugando al juego Quien es quien, porque me he enterado de quienes componían la familia y cual era su estatus dentro de la familia. Total son, el padre, la madre, 4 hijos y 2 hijas. De los hijos, dos, trabajan en el hotel y una de las hijas, también. La hija pequeña (20 años) y el hijo pequeño (15 años), estudian. Los hijos solo me hablaban de fútbol, mientras que con Cam y la hija mayor me preguntaban por mi vida conyugal. Los demás se reían cuando comía algo muy picante. Me siento privilegiado, ningún otro cliente del hotel se sienta a comer con ellos. Parezco uno mas de la familia. No les vendría nada mal una mano de ayuda con los temas de lampista y pintura.
Sobre las 6 pm, me he encontrado con Silvan, un chico Suizo hospedado en el mismo hotel que yo, en la recepción para ir a cenar juntos a algún sitio de los que yo conozco y así enseñárselo.
Silvan llegó ayer y no conoce mucho Hue, excepto lo que ha visto en los 2 tour que ha hecho. Es grandote, bebe mucha cerveza y aparte de tener cara de bonachón, es muy sanote.
Lo he llevado a cenar a un sitio que conocía porque ya cené, en este restaurante, hace un par de noches. Se cena bastante bien, el servicio esta bien y es barato. Aunque, el adjetivo de barato no es muy relevante, teniendo en cuenta que en Vietnam es barato, salir a cenar, para cualquier Europeo.
Después de cenar Silvan quería ir a jugar a billar y yo conocía 2 sitios. No había estado en ninguno de los 2 pero si había pasado por delante de ellos. Bueno, por uno de los locales, solo pase una vez y fue ayer. Al pasar por delante de el, no pude percibir, bien, si había mesa de billar. Me pareció que había una mesa. El otro sitio era el "Brown Eyes" que cada tarde que pasaba me abordaban las camareras dándome un flyer y anunciándome que a unas horas tenían 2x1, en bebidas. Pero nunca llegué a entrar.
Cuando llegamos al bar, los empleados, muy amablemente, como es de costumbre en los locales, se apresuraron a abrirnos la puerta para que no nos mojáramos, mas y se ocuparon del paraguas de Silvan. Sobra decir que también llovía. Una vez dentro, no había mesa de billar pero habían 2 djs actuando.
La música que sonaba era electrónica bastante comercial, aunque soportable. Lo extraño es que todo el mundo estaba sentado. Cuando nos llevaron a una mesa, yo dije que no quería asiento pues era impensable sentarme sonando música bailable. Silvan hizo lo mismo y nos pedimos una cerveza con hielo, cada uno. En este país, no tienen la costumbre de guardar la cerveza en las neveras. Y aunque con hielo queda un poco aguada, es la única forma de beber cerveza fría.
En el garito habían diferentes grupos de gente, grupo de chicos, grupos mixtos, grupos de chicas y parejas de chicas, pero todos estaban sentados. Como Silvan y yo, bailábamos a la par que bebíamos y hablábamos, ademas de ser los únicos extranjeros, eramos el centro de todas las miradas. Pero no eran miradas hostiles, sino todo lo contrario. Lo mas curioso, era ver como grupos o parejas de chicas no nos quitaban los ojos de encima pero su semblante era serio. Era como si en algún momento podía caerte un rapapolvo, no polvo. Estaban tan serias, sin hablar entre ellas, que daba apuro acercarte a decirles algo. ¿Será esta la manera de filtrear, que tienen las chicas aquí?
Al cabo de unas horas, hemos decidido cambiar de local e ir a jugar unas partidas de billar al "Brown Eyes". Además se había empezado a vaciar el local. En el "Brown Eyes" el ambiente era diferente. Para empezar, la mayoría de los clientes eran extranjeros, seguido de que la música era pop-rock y por último, la gente bailaba. Como la mesa estaba ocupada, nos hemos sentado en una mesa y, además, de pedirnos 2 mojitos, hemos jugado a un juego llamado Jenga, no lo había visto antes.
Jenga
De Wikipedia, la enciclopedia libre
El jenga es un juego de habilidad física y mental, en el cual los participantes (que pueden ser de dos en adelante), deben retirar bloques de una torre por turnos y colocarlos en su parte superior, hasta que ésta se caiga. formación cruzada por niveles de tres bloques juntos (deben tener la proporción indicada, de manera que formen un cuadrado al colocarse juntos) hasta conformar una torre de 18 niveles de altura. En su turno, cada jugador deberá retirar un bloque de cualquiera de los niveles inferiores de la torre utilizando solo dos dedos y procurando que no se caiga la torre, y colocarlo en la parte superior de la torre para formar nuevos niveles y hacer crecer su tamaño. Gana el jugador que realizó la jugada anterior a la que hizo que se derribara la torre. Se debe esperar cinco segundos después del movimiento del jugador anterior, de lo contrario, si se toca antes la torre y esta cae, se pierde.
Es divertido y entretenido, sobretodo cuando se llevan algunos turnos y la torre empieza a ser inestable. Mientras Silvan y yo estábamos jugando, ha venido una de las 8 camareras que hay en el local y sentándose con nosotros no ha preguntado si podía jugar. La presencia de esta chica, cuyo nombre no recuerdo, guapa y simpática, nos ha venido bien para aprender algunos trucos. Después de unas cuantas partidas me he acercado a la mesa de billar y he preguntado, a los que estaban jugando, si iban a jugar más partidas. Al momento se ha acercado uno de los chicos que trabajan en el local y que estaba rondando la mesa de billar, para preguntarme mi nombre y escribirlo en una pizarra. La pizarra sirve para apuntar los nombres de las personas que quieren jugar. Y así sucesivamente llega tu turno y te vienen a buscar. Lo mejor de todo de los locales con mesa de billar, en Vietnam, es que para jugar no hay que pagar. Es un servicio mas del local para los clientes. Las mesas de billar, no tienen monedero. En los agujeros tan sólo hay una red para retener las bolas de billar. Lo malo es que las reglas cambian un poco. Tienen diferentes reglas a la hora de penalizar cuando se toca la blanca y lo más negativo es que la bola negra se puede colar en cualquier agujero mientras lo elijas antes de golpear. Está última regla beneficia al jugador mas malo en caso de ir bastante igualados.
Hacía bastante tiempo que no volvía a jugar a billar antes de aterrizar en Vietnam. Y jugar un par de veces en Sapa me activo el gusanillo. Me hizo recordar a los tiempos del bar que compartí con mis socios Victor y Paco, el Equilicua. En aquella época jugaba cada día y llegue a coger un buen nivel. Pero como casi todo en la vida, no sólo la bicicleta, no se olvida lo que aprendiste. Aunque la falta de práctica se nota, sobretodo en la decisión de impulsar el taco. La estrategia y la teoría de los efectos no se me ha olvidado.
Al final hemos jugado unas cuantas partidas. Alguna hemos jugado Silvan contra mi, otras he jugado yo contra otros y una hemos jugado haciendo pareja. Después, ligeramente ebrios y tras despedirnos de camareras, camareros y mas personas, nos hemos ido al hotel. Creo que eran las 2 de la mañana cuando salíamos del local. Meterme en la cama y dormir ha sido visto y no visto.